lunes, 20 de abril de 2009

Foucault con Perón

.
Sabemos que el discurso foucaultiano, luego de lo que se convino en llamar la ‘caída de los grandes relatos’, se ha ido constituyendo desde fines de los 70 hasta nuestros días, en la quinta esencia del progresismo blanco.

Así y todo el lacanocookismo lo banca y rescata en estos tiempos en que el pedido de mano dura, y muerte para los pibe que no se les ocurrió otra cosa que venir al mundo con una 9 en lugar de un humildecito pan bajo el brazo. Elecciones que deben ser encauzadas.

Todos sabemos que el dolape aprendió que el lenguaje es condición sine qua non para no recaer en realismos ingenuos, pero sin embargo nunca dejó de estar comprometido con lo que aprendió en su visita a la Argentina cuando el General le enseñó que la única verdad seguía siendo la realidad (al final del post se muestra una foto testimonio de su visita).

Tratemos de contextualizar y situar históricamente estos desarrollos, y de rescatar el gesto de producir una nueva manera de leer determinados fenómenos.

Recordemos su genealogía del racismo, en donde se esboza el pasaje de las sociedades de soberanía al de las sociedades disciplinarias, y de las disciplinas centradas en el cuerpo individual (siglos XVII y XVIII), a aquella que se ocupa ya no tanto del cuerpo en sí sino de la vida de los hombres, en tanto masa global, recubierta por procesos de conjunto que son específicos de la vida (el nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad). Así, en este pasaje del hombre-cuerpo al hombre-especie, sitúa el surgimiento de lo que vendrá a llamar la biopolítica, la que nos podrá ser útil para nuestros análisis a condición de no convertirla en una letanía progre que no falte nunca en cuanta reunión de corte intelectual estilo grupo sushi.

La biopolítica aparece así centrándose no ya en el individuo, ni tampoco en la sociedad, sino en la población. Este nuevo cuerpo, la población como problema biológico y como problema de poder. Se trata de optimizar un estado (y por qué no decir con Cooke un estilo?) de vida, para eso se instauran mecanismos reguladores que puedan determinar un equilibrio, conservar una medida, lograr una homeostasis.

Si en las viejas sociedades de soberanía, el Soberano tenía la potestad que le permitía hacer morir y dejar vivir, se tratará luego de hacer vivir y dejar morir. Sin embargo Foucault no deja de plantearse cómo se ejerce el poder de hacer morir donde hay biopoder. Y aquí es donde introduce la noción de racismo, cuya primera función es introducir una separación en el continuum vital de la especie, entre lo que debe vivir y lo que debe morir. Así la consideración de que habría razas superiores y razas inferiores es un modo de fragmentar el campo de lo biológico que el poder tomó a su cargo.


La segunda función del racismo es establecer una relación positiva del tipo: “cuanto más hagas morir, tanto más vivirás”. Esta relación, ya conocida en el orden guerrero, es ahora de un tipo biológico. La muerte de las razas inferiores es lo que hará mi vida más sana y pura. La victoria no es sobre el adversario político sino sobre el peligro biológico que representa para la especie.


.

3 comentarios:

Kuki dijo...

uy,le creció el balero a "fucó"

Verboamérica dijo...

Le aporto un dato: la mano que se ve a la derecha del rostro del General es de Simone de Beauvoir que por entonces era bastante cholula y realizaba un intercambio en la Universidad de La Plata...posta!

La mesa está servida dijo...

Que loco, al lado también se ve a Discepolin