lunes, 4 de enero de 2010

3era parte de la conferencia "acompañamiento terapéutico y reivindicación sindical".

Por Washington Shibolett (traducer: Marcos Esnal)

La posibilidad de caracterizar un acto como terapéutico, es exactamente eso, una posibilidad, no una obligación (c’ est pàs une obligation comme s’ inscrire à la Maestria). Pareciese que todos los caminos en vez de conducir a Roma, ahora van por la Padua hacia lo terapéutico, y no, lógicamente no es así.

En esta práctica tenemos dos palabras (deux mots), acompañamiento y terapéutico. Propongo separarlas cartesianamente (à la René), como quién corta dos siameses de un tirón porque hay un divorcio y hay que dividir los bienes.

Una versión del acompañamiento lo constituye el hincha de futbol (le Pimpi). La semana anterior que estuve en Quilmes, en la inauguración de la HUA (hinchadas unidas argentinas), tomé un café con Marcelito Mallo, ¿lo conocen?, amigo mío, dirigente Quilmeño; él me hablaba del sentimiento del hincha, del amor pasional, de la fidelidad, en fin, lo que se espera de un hincha de fútbol que acompaña a su equipo, que lo acompañe siempre, en las buenas y en las malas… pero claro, ustedes saben que cuando se lavan los platos todos los días alguno se rompe, y no es que importe que se rompa un acompañante –nos puede servir que alguien ponga la cabeza- pero es que también se puede romper el paciente (on peut le casser les oeufs au patient).

Entonces esta versión del acompañamiento a mi no me sirve… esos tipos que gritan “estos son, acá están, los soldados de lacan”…, o sea no está mal el zarandee, pegarnos unos guantazos en la espalda con el supervisor antes de entrar a atender un paciente, pero es una posición que `no encuentra` un límite, y precisamente ése, es su “límite”.

Otra versión del acompañamiento, en la cultura, en nuestras vivencias cotidianas, la encontramos bajo los ministros de gobierno. Si piensan conmigo un poco la analogía, estos son fusibles de quién dirige, sea el país o la cura. Firman su renuncia antes de asumir, y en el área donde tengamos dificultades los hacemos renunciar y procuramos menguar el debilitamiento de la transferencia (du transfert). A los ministros o a los At, los elige el dedo índice de quien manda, y si a la gente o al paciente le gustan, mejor. Pero si a uno, le parece que cierto desvío del AT amerita un desplazamiento, sin chistar le pagamos las horas y si lo he visto no me acuerdo (si je t’ ai vu, je ne me rapelle pas de toi, peit con). En este punto se debe ser inflexible.

La versión degradada de este tipo de acompañamiento es todo lo que se denomine pan-radicalismo. Si recuerdan la experiencia delaruista (la connerie total et absolue), podrán notar que allí no hay alineamiento a la estrategia al no haber un centro que ordene, son acompañantes del “deportivo vengo por la mía” como Felipe Solá (Felipe tout seule) (A.Fernández).

La Tercera Posición, tal vez la clave para pensar el acompañamiento, la constituyen los intendentes del conurbano (banlieue).

Ustedes saben que en argentina pululan los mediáticos, y no me refiero a los verdaderos mediáticos como Mich (le plus grand Mich) Jacobo, o Guido Suller, que nos divertían en la tele en épocas donde no había un mango para producir nada y el cabezón sumía 6 millones más de tipos bajo la línea de pobreza. Me refiero a aquellos cómplices de la fiesta neoliberal que hoy tildan de Loco a nuestro ex presidente Néstor. Claro, si te enfrentas con Clarín, las AFJP, las patronales del Campo, el FMI, si rechazas el AlCA, si armas una Corte genuina, si metes en cana a los milicos, para estos cipayos tenés que ser un “loco”(vous devrait être le “fou”). Pero eso es lo que te adjudica el otro, pero al igual que los piqueteros (empecheurs de circuler), que tomaron el nombre de un significante peyorativo, no vamos a rechazar la identidad del loco para el querido Pierre.

Y allí adviene la enseñanza de estos intendentes, dispuestos a acompañar el proyecto y acoger el testimonio del loco en las mal llamadas "testimoniales". Pero es un acompañamiento que a diferencia de la propuesta del hincha, encuentra un límite en lo real (primer real de lacan): los dirigentes acompañan pero hasta la puertita del cementerio. No entran. Como suele decir Kafkianamente Huguito Curto, “cada uno tiene su puerta, y el análisis personal está para eso, para no cometer el crimen de llevar al otro hacia nuestra puerta, pero ojo, a la de él tampoco entramos”.

Respecto a la otra palabrita, "terapéutico", constituye un ste vacío, diría Laclau, (le maître du partuzier Zizek) que puede cobijar cualquier cosa y todos pretenden resguardarse allí, pero bueno, el tiempo es tirano, como otrora lo fuera el proyecto de psicología para neurólogos o el general para algunos.

Me detengo aquí, trabajemos las preguntas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

quién cornos es Washington Shibolette?
qué largo el post...lo dejo para después de la siesta, aunque éste parece que sí habla del AT-ismo
tercer saludo y final

Anónimo dijo...

Washinton Shibolett es el hermano de Fransuá Shibolett.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hay tantos Perones como Lacanes, Aldo dixit

Lacanocookistas dijo...

Es cierto, pero en rigor hay tres.

http://lacanocookistas.blogspot.com/2009/06/volvio-el-pocho.html