No existe un movimiento político en el mundo que haya hablado tanto y tanto sobre la lealtad como el movimiento peronista, y probablemente no lo haya nunca.
Inmersos en las formas del eterno retorno, sabemos que sobre nuestro horizonte siempre habrá un día de la lealtad. Pero sólo un día. Y 364 días de la traición.
El día de la lealtad, el 17 de octubre de 1945, el pueblo argentino recreando una antigua institución romana, la acclamatio, marchó a la Plaza de Mayo a pedir por Perón cuando muchos de los principales dirigentes sindicales habían votado en contra de la movilización y el paro general, o sencillamente querían sostener las reivindicaciones sin el nombre de Perón.
Muchos peronistas viven sólo ese día. Alteran a su antojo el calendario y viven el día de la lealtad en forma peronista, esto es, leal al derrotado, al que está preso o a la que está presa por las conquistas para el pueblo argentino.
Al resto, a los acomodaticios, a los opinólogos sin calle, a los chetos que creen que habitan la viveza, a los que nunca construyeron nada, les quedan 364 días para la traición.
Ojo con eso.
A finales de la década del ‘50 cuando salió el film Orfeo Negro basado en la reescritura del mito por Vinicius de Morães, se nos mostraba la renovación fugaz de la felicidad y la alegría, en esos carnavales destinados a perderse como Eurídice para Orfeo. Así también, compañero Orfeo Negro, supimos entenderte cuando cantaste: “Traições não tem fim, a Lealdade sim...”
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